Anónimo

"A Manuela le debo estar viva. No en el sentido de respirar y tener un corazón latiendo, sino estar viva de sentimientos, de ganas, de volver a disfrutar de las cosas. Llegué a Manuela porque me sentía perdida y hundida tras el diagnóstico de una enfermedad que tiene como principal característica el dolor corporal, un dolor físico que me estaba consumiendo a nivel mental y emocional. Llegó el momento en el que sentí que no podía sola con todo y decidí buscar ayuda. Fue entonces cuando conocí a Manuela. Nunca antes había asistido a terapia, no sabía muy bien cómo funcionaba e iba incrédula, pues mi problema era el dolor físico, entre otros problemas de salud que se fueron añadiendo, y creía que hablando no se iba a aliviar. En mi caso conecté con Manuela desde la primera sesión. Asistir a terapia se convirtió en algo necesario, tan básico en mi vida como realizar la compra. Estuve asistiendo año y medio, hasta que ella consideró que debía darme el alta. Como me dijo en la última sesión, he sido una paciente complicada, un hueso duro de roer. Incrédula desde el comienzo de que realmente me pudiera ayudar. Pero he de reconocer que, por fortuna, me equivocaba. Manuela me ha guiado a lo largo de este año y medio, me ha abierto los ojos, me ha aconsejado. Cada terapia ha sido un desahogo y un aprendizaje. Desde el principio ella me aseguraba que el dolor físico iba relacionado a la parte emocional. Y debo reconocer que así ha sido. Si bien mi enfermedad y el dolor crónico siguen presentes, la forma de interpretarlo ha cambiado. Reitero de nuevo que le debo a Manuela mis ganas de vivir, el volver a ser capaz de disfrutar de las cosas. Animo a todo el mundo que la conozca, Manuela es increíble tanto a nivel profesional como personal. Siempre la llevaré en mi corazón. Como me dijo ella, ahora me toca volar sola." ANÓNIMO