Hoy escribo después de casi un mes en casa a causa del confinamiento por el COVID-19. He estado realmente en cuarentena conmigo misma, me he sentido culpable al ver como múltiples profesionales de la salud mental utilizan sus redes para acercarse a todos y para acompañar en estos momentos a cada uno de esos corazoncitos que sufren.

Yo no podía, estaba bloqueada, no me salían las palabras y cada vez que intentaba sentarme a escribir, las emociones me invadían y no dejaban que fluyera la inspiración. Era como si estuviera en una pesadilla que no me permitía ver con claridad lo que estaba sucediendo. Me preocupaba mi familia, mi entorno, mis amigos, mis lindos y amados pacientes, mis compañeros de trabajo, etc. Los demás eran mi intranquilidad, no podía sentirme y ni tocar lo que me estaba removiendo y preocupando. Me angustiaba no ser capaz de estar a la altura de las circunstancias y no poder ayudar, o no saber estar en estos momentos con mi familia, con mi entorno y con mi trabajo. Así que bajé mis defensas para permitirme estar perdida y adormilada por la situación. Deje fluir ese letargo y poco a poco he podido reflexionar sobre lo que está ocurriendo. Después de este tiempo de reflexión he decidido escribir unas palabras.

Estamos ante una situación nueva, inesperada, que hace que nuestra vida y nuestros hábitos cambien radicalmente, se evidencia de una manera abrupta nuestra salud mental y nuestra capacidad para adaptarnos. No es nada fácil hacerlo, la incertidumbre que esto conlleva a todos los niveles física, emocional y económica hace que nos perdamos en el futuro y que nos impida valorar este momento único. Me parte el corazón los muertos, la ausencia de despedidas, la pobreza, la vulnerabilidad de nuestros seres queridos más ancianos y tantas cosas que estamos viendo ahora mismo. Nuestros mayores están en riesgo, esos seres de cabezas blancas, corazones sabios y rojos. Ese libro abierto, esas bibliotecas de saber y conocimiento, están en peligro.

En mi caso gracias a las personas mayores que han estado en mi vida he tenido momentos irrepetibles, han sido y son mis mejores tesoros. He tenido la suerte de poder compartir con mis cuatro abuelos y de tener varias íntimas amigas octogenarias. Con ellos he podido ampliar el horizonte de mi mirada, comprobar que el paso del tiempo, es ahora, que el instante es el que podemos inhalar y el que no volverá. He aprendido que hay que construir un baúl de recuerdos y anécdotas, los cuales hay que guardar, atesorar, valorar y de vez en cuando desempolvar. Así que desempolvando mi baúl, he recordado todas esas conversaciones con ellos, palabras pausadas, llenas de anécdotas, de sabor, de corazón. Su sabiduría al hablar saboreando lo que se cuenta, su capacidad para recordar lo bueno y lo malo desde la perspectiva del paso del tiempo, sus habilidades de cuidar, querer y mimar a quienes les visitaban. Ellos no tenían una actividad productiva que les hiciera salir mucho de casa, pero cada vez que les visitaba o hablaba con ellos, viajaba, me llenaba de historias, de mimos y de aprendizajes vitales.

Esta ha sido una pausa impuesta, un viaje hacia nuestro interior no deseado por alguno de nosotros. Una prueba para soportar la incertidumbre, para gestionar nuestras emociones. Esto que está sucediendo es una cura de humildad y nos recuerda lo vulnerables que somos. Nos invita a darle importancia al cuidado de nuestro ser y él de los demás. A mirarnos y a reconocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas.

Saben que aunque vivo en una isla, no he tenido mucha familiaridad con el mar y sus recovecos. He nacido en un valle, rodeado de verdes montañas, de fauna y flora increíble como la refleja mi querida amiga Catalina Estrada con sus colores y formas.

Estando aquí conocí la historia de los faros. No tenia ni idea de que los faros fuesen diferentes, únicos e irrepetible, esto me pareció mágico. Pensaba que todos eran iguales. Kata Zapata una talentosa ilustradora me cedió esta preciosa imagen para recrear uno de ellos.

Ahora mismo con esta situación, cada uno tiene su faro particular, ese faro que le guía y le ilumina cuando no se logra encontrar el norte. Cada uno utilizará sus recursos y sus aprendizajes para poder llevar esto, lo mejor posible. La particularidad de cada faro es mágica, cada uno alumbra un lugar diferente y le guía hacia el destino que cada uno necesita.

Me gustaría que reflexionáramos sobre nuestro propio faro. ¿Eres consciente de él? ¿ Qué cosas te están ayudando en este momento? ¿ Qué descubrimientos estás teniendo de ti mismo y de los demás? ¿ Cuáles son las motivaciones que tienes cada día para sobrellevar esta situación? ¿A quienes o a qué recurres cuando las cosas no van tan bien? ¿ Eres consciente de tus propios recursos y herramientas ante esta crisis?

Así es nuestra vivencia en esta situación, cada uno la elaborara como puede, quiere y necesita. Y cada uno sacará de sus recursos y caja de herramientas, las que sabe o nuevas que quizás no conocía.

En mi caso este faro, lo represento como mi refugio interno que me permite no perderme en estas circunstancias. Un refugio luminoso qué concentra personas que ya no están y me acompañan, mi red de apoyo, las vivencias y aprendizajes que he tenido ante situaciones complicadas, capacidad de agradecimiento por el día vivido y los momentos compartidos, permiso para estar mal y aceptar mis sombras, compasión ante los otros, la responsabilidad de tener una hija por quien luchar, el deber de cumplir con mi trabajo honesta y responsablemente en estos momentos de adversidad, tomar conciencia del cuidado físico-emocional, y la confianza de que saldremos unidos de esto. Un faro que siempre tendré y que quizás no lo valoraba tanto como ahora.

¿ Qué pasará? ¿ Cómo regresaremos después de todo esto? No seremos los mismos está claro. Cito a Haruki Murakami: ” Y una vez que la tormenta termine, no recordaremos como lo logramos, como sobrevivimos. Ni siquiera estaremos seguros si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura, cuando salgamos de esta tormenta, no seremos las mismas personas que entramos en ella. De eso se trata la tormenta”

Una tormenta que me permitió descubrir, observar y construir “mi propio faro” con luz y amor.