La realidad es cruel a veces, no es fácil mirarla de frente porque podemos asustarnos con lo que podemos encontrarnos. Cuando estamos en un pozo donde no vemos salida preferimos nadar en el y evitar mirar a la superficie el enorme océano que tenemos delante. Se nos hace infinitivo ver tierra firme. La mente nos juega malas pasadas y hace que veamos todo con menos claridad, menos despiertos.

Esto lo he visto muchas veces en terapia. Ese primer paso de mirar la realidad nos aterroriza, sabemos que en ese espacio conectaremos con los miedos, temores de años atrás y angustias empolvadas. Todos hemos huimos de nuestras cosas, de nuestras sombras, de nuestros miedos. Cuando estamos huyendo nos cuesta confiar en nosotros pues tenemos esas gafas de negatividad y miedo. Huir es una salida válida ante un peligro inminente, pero a veces no es tan adaptativa cuando el peligro es imaginario. ¿ Te has puesto a pensar si esas escenas angustiosas se han hecho realidad?

Esta semana vi una frase que me hizo reflexionar sobre esto. ” Es mejor estar locos de alegría que cuerdos de dolor.” Marguerite Yourcemar.

La interpreto como si a veces fuese necesario estar en la fantasía, en el mundo irreal para quedarnos en el disfrute y la alegría, bajar a la realidad a veces implica dolor y toma de conciencia. Ese niño interior que hay dentro de todos nosotros, que juega sin tener noción del tiempo, que sueña sin límites, que recrea lo imposible, que se sumerge en un mundo donde no hay tantos “tengo”, hay más “quiero”. Para ese niño el día está lleno de sorpresas por descubrir y cree que todo es posible. Poco a poco ese niño despierta y se va topando con la realidad, la responsabilidad. Dos R que están presentes hasta nuestra muerte. La realidad impera. Ese mundo adulto del que a veces tenemos la necesidad de huir. El contacto con la realidad nos hiere muchas veces. Esas heridas no se sanan sino se abren cunetas de fantasía, apoyo, pausa, cordura. Esas cunetas en medio de la inundación no se ven, pero ahí están. El agua tiene su cauce y hay que ayudarle a dirigirla para no desbordarse. Necesitamos ser responsables de construir nuestras cunetas, nuestros desahogos, nuestro cauce sin creernos que somos el centro de todo. Somos seres limitados, que no somos invencibles y que no podemos abarcar todo. Conocer nuestras carencias, nuestras fortalezas. La realidad no la podemos controlar aunque nos gustaría.

Desbordarse no es nada malo, es necesario. Necesitamos soltar para poder agarrar, necesitamos soltar el miedo para poder agarrar la confianza. ¿ Qué nos impide volver a confiar? ¿ Volver a creer que podemos lograr lo que nos proponemos? Parece que las heridas son tan profundas que nos duelen y nos impiden movernos. Heridas viejas, oxidadas que no quieren que avancemos, boicotean nuestro camino.

Aquí salen las dos R ( Realidad y Responsabilidad)  para intentarnos darnos dosis de sensatez y confianza. Somos responsables de nosotros, debemos cargar con lo nuestro y no culpar a la humanidad de lo que sucede. Tu eres tu propio capitán y eres tu quien decide tu rumbo. Respirar la realidad con pausas de locura, con pausas de sueños y recrear cosas imposibles.

Para vivir en la realidad hay que tener esas dosis de locura. Como dice la frase: ” Se necesita mucha locura para soportar tanta realidad.”

Esta es una amistad eterna, que necesita la una de la otra. Soñar y aceptar, imaginar y afrontar, evadir y confrontar, huir y reconocer. Seguro que a ustedes se les ocurrirán muchos ejemplos de esta sólida amistad.