Este post lo he empezado varias veces y no se porque no he podido encontrarle un sentido o el tema específico a tratar. Creo que es lo que sucede en la vida, un sentimiento no viene solo, siempre viene pegado a más. Un amigo decía que era igual en la naturaleza, cuando tiramos de una cereza vienen varias. Así que en este escrito cuando hablo de algo se relaciona con mucho. Esto lo llevo muy de la mano de los cambios que tenemos en nuestras vidas, de nuestros movimientos internos/externos y de las consecuencias que esto trae. Durante mi experiencia profesional me doy cuenta que cuando un paciente viene por algo específico y quiere y desea resolverlo, pueden haber varias formas de hacerlo pero la que yo comparto y en la que yo creo, es invitarle a mirar el problema con un abanico amplio y así ampliar la mirada a esas otras cosas que se van moviendo y que aparentemente no son tan visibles. Tenemos una mentalidad de la inmediatez, el cine, la productividad aceleran procesos y no estamos acostumbrados a ser pacientes y a dejarnos llevar. Para mi la palabra paciente viene acompañado de paciencia. Paciencia para estar ahí, paciencia para notar cambios, paciencia para escuchar y mirar, paciencia para esperar su turno…
La naturaleza siempre nos ilustra con sus ejemplos, el caso del bambú japonés es uno de ellos. Este es un ejemplo de paciencia, de esperar y no desfallecer. Es un dato curioso que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sólo el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece. ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento. La impaciencia en la terapia puede ser muchas veces una resistencia a los cambios. Desde el punto de vista metafísico, la impaciencia es la falta de capacidad para incorporar algo nuevo. Incorporar algo nuevo, algo diferente, salirnos de la rutina, hacer un cambio de rumbo en algún momento de nuestra vida. Cambios de todo tipo: cambio de trabajo, cambio de ciudad, cambio de pareja, cambio de estado físico ( envejecimiento, engordar/adelgazar, etc) cambio de país y asi podría seguir con todos los cambios que van surgiendo o vamos eligiendo a lo largo de nuestra vida. Desde que nacemos hay un cambio. El cambio en si no es solo externo, internamente a también surgen movimientos. Hay cambios elegidos y cambios impuestos. Cada uno responde a el de manera distinta. A veces la rutina nos esclaviza y nos impide darle la bienvenida a nuevos cambios.
“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafio de cambiarnos a nosotros mismos.”
[Victor Frankl]
Pero para poder ver un cambio es importante saber esperar y saber cuidar. Además de saber elegir un buen terreno donde sembrar.
Me gusta mucho esta cita de Alex Róbira
Saber callar para poder oír.
Saber oír para poder escuchar.
Saber escuchar para poder comprender.
Saber comprender para poder amar.
Saber amar para poder acoger.
Saber acoger para poder callar.
Y volver a comenzar
Y yo terminaría diciendo saber esperar para poder cambiar..
Me despido de todos mis pacientes “pacientes” hasta septiembre..
GRACIAS por SABER esperar, esperarme.. nos veremos en septiembre